Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Baile y cochino, el del vecino
La novela de José Tomás de Cuéllar, Baile y cochino, como su propio subtítulo lo indica (Novela de costumbres mexicanas), es una novela con bastos y ricos cuadros de costumbres.
Quizá los cuadros que Cuéllar no son tan minuciosos como los que podemos encontrar en las memorias de Guillermo Prieto y los retratos de Urbina, donde la preservación de las tradiciones, así como hechos históricos, por medio de cuadros costumbristas seguían la línea de crear una literatura nacionalista enalteciendo la cultura, pero en esta misma línea de buscar una literatura propia, la novela de Cuéllar sigue las tendencias de nacionalizar las letras que imperaba en ese entonces. Con el pretexto de un baile de una familia de “nuevos ricos”y de sus preparativos, Cuéllar nos pinta de una manera pintoresca, crítica y hasta cierto punto sarcástica, la sociedad del México del XIX. Nos presenta una serie de tipos que caracterizaban los más sobresalientes representantes de una parte de nuestra tradición y cultura, introduciéndonos a su habla, su vestimenta, sus morales en turno, sus recreaciones, sus intereses, etc.
Los tipos que más llamaron mi atención fueron los femeninos. No puedo estar segura por leer sólo una novela de Cuéllar acerca de cuál es su perspectiva real sobre las mujeres, pero puedo imaginar que el menosprecio y la devaluación que se lee, como cuando se refiere a la mujer como “baratija”, es sólo resultado del tono de la novela y de su sarcasmo.
Mucho habla de lo que los hombres encontraban atractivo en las mujeres, como las cinturitas, el tono de la piel, los pies…dedica páginas enteras a la obsesión con los pies y el calzado, especialmente a los botines, al grado de que hasta las prostitutas tenían su propio y peculiar calzado que las distinguía de las mujeres “buenas” dejando ver parte de sus medias… y bueno, hasta la fecha, cierto tipo de zapatos sigue siendo el distintivo de muchas mujeres de la vida galante.
Me llama la atención que el tono de la piel sea tan importante para poder encontrar a una mujer bella o no. Se habla mucho de la blancura como el mejor distintivo y a menudo se desprecian los tonos más morenos, como cuando se habla de Lupe, la “mamá de las criaturitas” de Saldaña y cuando se habla de las Machuca:“la apariencia de la hermosura, de noche o en la calle, porque en la mañana y dentro de casa, no pasaban las Machucas de ser unas trigueñitas un poco despercudidas y nada más”[1]. Me parece un tanto hipócrita de una sociedad que busca una identidad propiael encontrar los rasgos europeos como el estereotipo de belleza, despreciando rotundamente los que en realidad son más comunes en México y que en verdad nos representan. Pero bueno, eso es algo que no ha cambiado y que quizá no venga al caso en este ensayo.
También en estos tipos reinan las apariencias, realmente no había personajes burgueses en la extensión de la palabra, aún las que contaban con belleza, como Enriqueta, tenían antecedentes familiares no propios de la alta sociedad. Y las Machucas, que son la principal atracción, resultan un trío de vulgares, hijas de diferentes madres, adictas al juego y a embriagarse, quienes de lejos guardan las apariencias y de cerca disuelven todo el encanto, como le pasó a Enrique con Leonor.
Respecto a la narración, una de las cosas que más disfruté de Cuéllar en esta novela, fue la manera en que sale y entra, salta y regresa de un cuadro a otro, como si fuéramos caminando con él y realmente todo se tratara de un tour.
Y sobre el lenguaje que utiliza, se puede decir que es bastante sencillo, tanto el que utiliza para personificar a los tipos supuestamente burgueses como a los de estratos bajos de la sociedad. Aunque la mayor parte de la población de esa época era analfabeta, con base a su manera de presentar los cuadros y al lenguaje que utiliza, me hace suponer que esta obra estaba dedicada para un público amplio, no sólo el culto y el burgués. Si se leía en voz alta, no hubiera sido difícil de atraer la atención del público de todo tipo.
En fin, a pesar de mis discrepancias, la obra es divertida a morir. Cuéllar nos da una novela de costumbres y de tipos de muy fácil lectura y rica en tradiciones.
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[1] José Tomás de Cuéllar, Ensalada de pollos y baile y cochino, Porrua:2005, México, 256pp
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