Baile
y cochino, telenovela del XIX
Lengua y Literaturas Hispánicas
Literatura Mexicana VI Siglo XIX
Sexto semestre
Rodríguez Guadarrama Citlalmina
Yadira
Alrededor de las páginas de Baile y cochino podemos encontrar un
evidente reflejo de la sociedad de la época[1].
De más está comprobado que un confrontamiento con la realidad –más que nada si
es de la clase de la novela– ocasiona vergüenza y negación.
Enfocaré el estudio del siguiente
trabajo en la recepción y éxito de la novela en relación con los lectores. En
primera instancia, podemos ubicar la novela dentro de un plano teórico que
responde a una serie de preceptos de la ficción. Este campo tiene en primer
lugar el contexto tanto de la novela como del mundo real que deben corresponder
aunque sea en algo para que se pueda establecer un pacto de veracidad con la
obra; pacto que ayuda en la función emotiva. Este pacto de veracidad debería
terminar en el momento en el que uno cierra el libro, pero la verdadera duda
radica en hasta qué punto este pacto de veracidad sigue presente en la mente.
La forma y cantidad en que el
lector decodifique la realidad a través del pacto de veracidad –que en realidad
es verosimilitud– depende directamente del grado del impacto de la obra en la
sensibilidad de los lectores, pues a mayor impacto, mayor será la posibilidad
de mirar la realidad con los ojos de la novela. En este caso es sumamente
sencillo establecer este tipo de pactos, debido a la condición realista de la narración.
Ahora bien, el sentido en el que
esto es llevado a la aplicación en el mundo real en el que, con base en la
similitud entre símbolo literario y referente real, se crea una realidad o, en
este caso, se reconoce la ficción en la realidad, creando así un proceso de
identificación.
Dicho proceso es la clave para
creer e incluso sentir que los personajes fictivos hablen, jueguen y digan todo
en el mundo real. Cuando se ha podido llegar a este punto, es que se habla de
transliteración de la ficción porque toman los personajes de la novela y se
torna casi imposible distinguirlos entre los personajes reales.[2]
Se
presenta también, el punto en el que las
Saldaña
habla con los proveedores y obtiene comisión, las Machucas se atropellan de la
dicha, y don Gabriel, “protector íntimo” de la esposa de su compadre, es buen
ejemplo de lo que ocultan las fachadas:
Don Gabriel se había ido pasando
así así mientras no tuvo roce con la cosa pública; pero una vez iniciado en
ella, de pobre que era se convirtió en lo que llama un rico nuevo. en un dos por tres, don Gabriel contaba sus entradas
por miles de pesos, le llovía el dinero por todas partes, era una verdadera
bendición de Dios, y ahí lo tienen ustedes gastando sus billetes como un lord.
¡Qué casa la de don Gabriel! ¡nunca se había visto en México casa semejante!
¡qué escaleras! ¡qué patios! ¡qué corredores! ¡qué cortinas! ¡oh! Las cortinas
eran de raso bordado de oro, y el tapiz de los muebles de raso bordado de oro,
y los almohadones de raso bordado de oro. Era cosa que las gentes andaban a
caza de permisos para visitar aquella maravilla.[3]
FFyL
Bibliografía
Calvillo Ayala, Eduardo,
“’La más estupenda de las barbaridades’: observaciones sobre el doble tono en
el discurso de Facundo” en José Tomás de
Cuéllar. Entre el nacionalismo y la modernidad, México: UNAM, IIFL, 2007.
Cuéllar,
José Tomás de, Ensalada de pollos
y Baile y cochino, México: Porrúa, 2010.
Jiménez
Rueda, Julio, Letras mexicanas en
el siglo XIX, México: FCE, 1996.
Pappe, Silvia,
“José Tomás de Cuéllar. La modernidad porfirista invade el costumbrismo” en José Tomás de Cuéllar. Entre el nacionalismo
y la modernidad, México: UNAM, IIFL, 2007.
Pérez Martínez, Héctor, Facundo
en su laberinto. Notas para un ensayo sobre La linterna mágica, México:
UNAM, 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario