El drama que damos a luz no lleva en sí nada que lo
recomiende a la atención y a la benevolencia del público; no tiene, para atraer
sobre él el interés de los hombres, políticos, la ventaja del veto de la
censura administrativa, ni para inspirar simpatía literaria a los hombres de
buen gusto, el honor de que lo haya rechazado oficialmente el infalible comité
de la lectura. Se presenta ante el público solo, pobre y desnudo, como el
enfermo del Evangelio, solus pauper nudus.
Después de titubear
mucho tiempo, el autor del drama se decidió a recargarle con notas y con
prólogos, y ambas cosas son ordinariamente indiferentes para los lectores.
Éstos se enteran más del talento del escritor que de su modo de ver, y sea la
obra mala o buena, no les importa sobre qué ideas se asienta ni en qué
capacidad ha germinado. Nadie visita los sótanos de un edificio después que ha
recorrido las salas, y el que come la fruta del árbol no se acuerda de sus
raíces.
Como es usual, de click en la imagen, y consulte el texto.
E
No hay comentarios:
Publicar un comentario